" EN LA FUNDACIÓN BENEDICTINA DE LA ESTRICTA OBSERVANCIA", SOMOS MONJES BENEDICTINOS TRADICIONALISTAS". Profesamos y nos adherimos a la
fe católica tal como ha sido enseñada sistemáticamente desde Cristo. Con la
muerte del Papa Pío XII y la convocación del Concilio Vaticano II, le ha
sobrevenido una situación inaudita a la Iglesia, que amenaza su culto y
doctrinas mismos. A fin de preservar la fe católica, el santo sacrificio de la
misa y los sacramentos, redactamos la siguiente declaración con el propósito de
definir claramente la posición objetiva que hemos tomado como MONJES Y
SACERDOTES.
I. EL CONCILIO VATICANO II.
Convocado por Juan XXIII para actualizar la Iglesia, este concilio (celebrado
de 1962-1965) decretó e implementó enseñanzas que habían sido anteriormente
condenadas por el infalible magisterio de la Iglesia. Dichas enseñanzas
heréticas trataban principalmente las áreas de la libertad religiosa y el falso
ecumenismo, censuradas ya por los siguientes papas:
• Gregorio XVI en Mirari Vos
(1832);
• Pío IX en Quanta Cura y en el
Sílabo de errores (1864);
• León XIII en Immortale Dei
(1865) y en Libertas Humana (1888);
• Pío XI en Quas Primas (1925) y
en Mortalium Animos (1928);
• Pío XII en Mystici Corporis
(1943).
Por tanto, el Concilio Vaticano II
ha de ser rechazado como conciliábulo, pues ha errado en su magisterio sobre la
fe y la moral.
II. EL NOVUS ORDO MISSÆ. Después
del Concilio Vaticano II, se establecieron varias comisiones para modernizar el
sacrosanto sacrificio de la Misa y los tradicionales ritos sacramentales. La
comisión encargada de modernizar la Misa incluyó teólogos protestantes
reconocidos. En palabras del conocido cardenal Alfredo Ottaviani: “[El Novus
Ordo Missæ] representa un alejamiento sorprendente de la teología católica de
la Misa, tal como fue formulada en la sesión XXII del Concilio de Trento.” La
consecuencia de esta actualización fue la redefinición de la Misa (que ahora se
asemeja a la Última Cena de Lutero), la alteración de las oraciones del
ofertorio — con lo cual se suprime el concepto de un sacrificio expiatorio — y
la modificación sustancial de las palabras consagratorias (esto último sucede
en las traducciones al vernáculo). Esta nueva misa, conocida con el nombre de
Novus Ordo Missæ, contradice previas enseñanzas y decretos infalibles de la
Iglesia católica:
• Quo Primum y De Defectibus del
papa san Pío V;
• el decreto del Concilio de
Trento sobre el santo sacrificio de la Misa (sesión XXII),
• Apostolicae Curae del Papa León
XIII (1896),
• Mediator Dei del papa Pío XII
(1947),
• Sacramentum Ordinis del papa Pío
XII (1948).
Por tanto, cuando el Novus Ordo
Missæ se ofrece con las palabras consagratorias alteradas, es una misa
inválida; y en los demás casos, es de validez dudosa y siempre un claro peligro
para la fe. Por todas estas razones, la participación activa en ella sería un
pecado grave.
III. LOS NUEVOS RITOS
SACRAMENTALES. De los nuevos ritos que el Vaticano II fabricó para los siete
Sacramentos puede decirse lo mismo que del Novus Ordo Missæ: en la medida en
que la materia, la forma y la intención de cada uno de ellos haya sido
sustancialmente alterada, hasta ese grado debe cuestionarse su validez. La
Iglesia católica siempre ha enseñado, sin duda, cuál es la materia, forma e
intención apropiadas en la hechura de los Sacramentos.
Por tanto, donde se hayan empleado
los nuevos ritos, los sacerdotes tradicionales deberán readministrar los
sacramentos “Sub Conditione”, según lo requiera la situación.
IV. LA IGLESIA MODERNA DEL
VATICANO II. Por sus cuatro marcas de unidad, santidad, catolicidad y
apostolicidad, la Iglesia católica se identifica con la verdadera Iglesia de
Cristo. Mas como el Novus Ordo Missæ, los nuevos ritos sacramentales y las
enseñanzas del Vaticano II constituyen un alejamiento manifiesto de las
enseñanzas tradicionales de la Iglesia católica, debe concluirse que esta
iglesia moderna, católica de nombre únicamente, no posee las primeras dos
marcas de ser la verdadera: la unidad y la santidad. Su obvia desviación en los
últimos CUARENTA Y CINCO años de lo que la Iglesia católica siempre ha sostenido
lleva a una sola conclusión: se ha creado una nueva iglesia ecuménica que se
encuentra en contradicción con la verdadera Iglesia católica.
V. LA JERARQUÍA MODERNA DEL
VATICANO II. Considerando lo anterior, debe inferirse que la jerarquía moderna,
habiendo aprobado e implementado los errores del Vaticano II, ya no representa
a la Iglesia católica ni a su autoridad legal. Esto incluye a quienes han
confirmado, aprobado, decretado e implementado las mencionadas enseñanzas
heréticas, es decir, a Paulo VI (Montini), Juan Pablo II (Wojtyla), Benedicto
XIV (Joseph Ratzinger) y Francisco I (Jorge mario Bergoglio); estos tres
últimos, además, no sólo son sospechosos de herejía, sino que manifiestan
pertinacia cuando convocan (y participan en) servicios religiosos ecuménicos
con acatólicos y religiones no cristianas, cuando impone las herejías del
Vaticano II y cuando promulgó - Juan Pablo II y lo afirma y sostienen los Anti
Papas Benedicto XIV y Francisco I- un nuevo Código de Derecho Canónico tan
perjudicial a la fe y la moral.
Por tanto, si el Primer Concilio
Vaticano decretó infaliblemente: “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
Iglesia,” estas palabras son ratificadas por sus efectos, porque en la Sede
Apostólica la religión católica siempre se ha preservado sin mácula [...] la
Sede de San Pedro permanece siempre intacta de cualquier error, según la
promesa divina de Nuestro Señor;” y Francisco I ha enseñado manifiesta herejía,
promovido el ecumenismo y fomentado el culto entre las diferentes “Fes”;
claramente no puede ser reconocido como sucesor de San Pedro en el primado.
VI. EL NUEVO CÓDIGO DE DERECHO
CANÓNICO. Y para implementar las enseñanzas del Vaticano II, fue necesario que
los modernistas cambiaran el Código de Derecho canónico de 1917, pues
contradecía sus designios al reflejar la mente de la Iglesia en sus doctrinas y
disciplinas pasadas. El nuevo código contiene un tópico muy perturbante para el
católico informado: según la nueva ley de la iglesia moderna, los acatólicos
pueden, en ciertas circunstancias, pedir los “sacramentos” a un sacerdote
católico (sin tener que abjurar de sus creencias heréticas), y éstos pueden
administrárselos. El Concilio de Florencia, así como el Código de Derecho
canónico de 1917 (canon 731), estrictamente prohíben esto.
Por tanto, como las leyes
universales de la Iglesia están protegidas por su infalibilidad, y no pueden
imponer obligaciones opuestas a la fe y la moral, el Nuevo Código debe ser
considerado como carente de toda fuerza legal; añádale que ha sido promulgado
por los que ya no representan a la autoridad católica.
VII. EL CAMINO A SEGUIR DE LOS
SACERDOTES CATÓLICOS. Debido a la situación inusual de la Iglesia católica y a
la responsabilidad moral que tienen los fieles de recibir los sacramentos
válidos, los sacerdotes tradicionales sin duda pueden y deben continuar su
misión, santificando a los fieles a través del ofrecimiento del santo sacrificio
de la Misa, la administración de los Sacramentos, y otras obras pastorales;
pues la voluntad de la Iglesia es que la salvación de las almas sea la máxima
ley. Asimismo, seguirán teniendo como guía al Código de Derecho canónico de
1917.
Cardenal Mons. Fr. Gustavo de Jesús. OSB.
¿QUÉ
ES EL SEDEVACANTISMO?
ESTIMADO LECTOR:
Por diversas razones habrás encontrado nuestra
página. Tres situaciones pueden presentarse:
- 1º.- Eres curioso y quieres saber de qué se trata;
- 2º.- Eres un católico convencido no sedevacantista y
sientes aversión hacia nuestra página y lo que pensamos (o eres curioso, y
en ese caso regresamos al caso no. 1), o bien,
· 3º.- Eres
sedevacantista.
Es pues, sobre todo, a las dos primeras
categorías que dirigimos este sencillo artículo que se propone en unas cuantas
líneas, muy simple, exponer en lo que creemos.
Intentaremos hacer todo de la manera más clara
para una mejor comprensión. Esperamos lograr nuestro objetivo.
Pensamos que podemos resumir todo en unos
cuántos párrafos. A final de cuentas, no son los términos difíciles los que
implican la Verdad, sino la realidad de las cosas tal y como son:
Nuestra Madre, la Santa Iglesia Católica,
Esposa Mística de Jesucristo, ha definido, a través de los últimos veinte
siglos diferentes dogmas que son verdades que TODO CATÓLICO DEBE CREER. La
Santísima Trinidad, la Inmaculada Concepción, forman parte de esos dogmas. Para
todo católico, la Santísima Virgen María fue concebida sin la culpa del pecado
original, etc.
Al igual que estos dos, existe otro dogma
-definido durante el Concilio Vaticano (Primero,
obviamente)- que es la INFALIBILIDAD, es decir, la imposibilidad de que el
Sumo Pontífice -el Papa- pueda ENSEÑAR (por lo tanto públicamente) el error, en
cuanto a la Fe y la Moral. Hasta los papas que han vivido de la manera más
relajada, han enseñado siempre la Verdad, sin alejarse del depósito de la Fe
Revelada y transmitida por la Tradición.
Es evidente para quien observe aunque sea un
poco la actualidad, que la enseñanza del "magisterio" desde el
conciliábulo "Vaticano II", se aleja y contradice la Tradición Vi
milenaria de la Iglesia... Sí, sólo que la Verdad es inamovible (futuramente,
un pequeño artículo filosófico sobre la verdad aparecerá en nuestro blog).
Por lo tanto, puesto que la enseñanza de la
Iglesia no puede cambiar, no queda otra solución que la de declarar que es
imposible que un papa enseñe el error. Si enseña el error, no es papa.
No preocuparse. Cada una de nuestras
afirmaciones contendrá documentos que les permitan comprender de lo que
hablamos. No se trata de hacer un artículo de apologética...sino de otra cosa:
No pocos conocerán ya el término
sedevacantista, y para otros tantos parecerá algo extremo, impensable, ilógico.
Pero lo grave del asunto es que muchos se empeñan en querer ver en quienes lo
somos, a bichos raros, orgullosos, cismáticos...herejes. EL SEDEVACANTISMO NO
ES NADA DE ESO.
Ser sedevacantista significa ver en la actitud
del actual "magisterio" de la Santa Iglesia, un alejamiento radical y
contrario a la enseñanza de la Tradición de veinte siglos; contrariedad a una
Verdad que no puede cambiar, ya que si Nuestro Señor Jesucristo que es Dios
deja a su Santa Iglesia una verdad que se puede cambiar como cambiamos un
calcetín, Él mismo se contradiría...y no podría ser Dios, Él que dijo "Yo
soy el Camino, la VERDAD y la Vida", y en otro lado: "Yo he venido a DAR
TESTIMONIO DE LA VERDAD".
Por lo tanto ser sedevacantista significa
creer absolutamente que el depósito de la Fe transmitida a la Iglesia no puede
en ningún momento contradecir la Enseñanza de Cristo.
Ser sedevacantista es AMAR A LA SANTA MADRE
IGLESIA, esposa mística de Cristo, y creer firmemente que el soberano
Pontífice, sucesor de San Pedro, ha recibido la asistencia del Espíritu Santo,
que permite a nosotros, católicos, estar seguros de que su enseñanza es
santificadora.
Es ver en el Papa, a la Regla de Nuestra Fé,
al pastor que Cristo nos ha dejado para guiarnos con paso firme hacia el Cielo,
si nosotros participamos de la Vida Sacramental de la Iglesia.
NO ES el ORGULLO lo que nos mueve sino el
amor a Cristo y a la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Somos
ultramontanos y defendemos a la persona del Sumo Pontífice.
Es verdad, es necesario involucrarse de veras,
y ver con ojos de Fe y Razón, sin sentimentalismos, la situación actual de la
Iglesia. Pero, a condición de realizar este pequeño paso y de buscar con buena
voluntad, creemos que todo católico es capaz de llegar a la conclusión nuestra:
los "papas" del concilio no pueden ser los pastores legítimos del rebaño
que Nuestro Señor confió a Su Iglesia.
Cierto es que el sedevacantismo ha,
desgraciadamente, sido ensuciado por diferentes posiciones sectarias que van
demasiado lejos en sus razonamientos. Me ha tocado escuchar decir que "son
extremos". Y es verdad, lo son porque van más allá del dogma católico que
no nos pide hacer Cónclaves para elegir a un papa, ni ir buscando de profecía
en profecía ni de revelación en revelación PRIVADAS aquella que
más nos guste y se adapte a nuestras ideas preconcebidas.
Pero no son ellos quienes deben representar,
para los católicos, al sedevacantismo, sino aquellos que adhieren enteramente a
la Revelación y a la Tradición católicas.
Son, a nuestra manera de ver, la Tesis de
Cassiciacum y muchos otros sedevacantistas como Mons., Samborn, McKena, etc.,
quienes defienden la Tradición milenaria de la Iglesia.
No hay tampoco que ver en los sedevacantistas
personas hostiles y violentas. Es verdad que muchas veces una gran parte de los
escritos consisten en criticar acciones de congregaciones otras. No es con el
afán de herir, lastimar o violentar, sino queriendo atacar el error, ahí en
donde se puede atacar. No son calumnias. Una vez más lo repetimos: es la
CARIDAD, que nos hace AMAR LA VERDAD, la que nos mueve a condenar el error, en
la persona que sea. No criticamos al mentiroso, sino a la mentira.
Esperamos que lean detalladamente las líneas
que regularmente iremos completando en nuestra página. Aún cuando algo parezco
confuso o duro, sepan que siempre es escrito con la intención de hacer amar aún
más a Dios, Nuestro Señor y la Santa Iglesia.